ROMANCE DEL PRISIONERO
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.
ROMANCE DEL
ENAMORADO Y LA MUERTE
Un sueño soñaba
anoche
soñito del alma
mía,
soñaba con mis
amores,
que en mis brazos
los tenía.
Vi entrar señora
tan blanca,
muy más que la
nieve fría.
—¿Por dónde has
entrado, amor?
¿Cómo has entrado,
mi vida?
Las puertas están
cerradas,
ventanas y celosías.
—No soy el amor,
amante:
la Muerte que Dios
te envía.
—¡Ay, Muerte tan
rigurosa,
déjame vivir un
día!
—Un día no puede
ser,
una hora tienes de
vida.
Muy deprisa se
calzaba,
más deprisa se
vestía;
ya se va para la
calle,
en donde su amor
vivía.
—¡Ábreme la
puerta, blanca,
ábreme la puerta,
niña!
—¿Cómo te podré
yo abrir
si la ocasión no es
venida?
Mi padre no fue al
palacio,
mi madre no está
dormida.
—Si no me abres
esta noche,
ya no me abrirás,
querida;
la Muerte me está
buscando,
junto a ti vida
sería.
—Vete bajo la
ventana
donde labraba y
cosía,
te echaré cordón
de seda
para que subas
arriba,
y si el cordón no
alcanzare,
mis trenzas
añadiría.
La fina seda se
rompe;
la muerte que allí
venía:
—Vamos, el
enamorado,
que la hora ya está cumplida.
que la hora ya está cumplida.
EL
ROMANCERO (*)
( información general)
La
extraordinaria vitalidad que tuvieron en España los cantares de
gesta se prolongó hasta bien entrado el siglo XIV, en que se inicia
el acelerado proceso de su decadencia de modo que en el siglo XV
asistimos a la total extinción de aquellos poemas de largo aliento.
Simultáneamente
se produce la aparición de un nuevo tipo de poesía, caracterizada
por su brevedad y continuadora, en parte, de aquella tradición
épica, pero que forma parte también de la lírica popular algunos
motivos y, sobre todo, rasgos de estilo. Nos referimos a los romances
que circularon activamente en el siglo XV entre el pueblo, hasta que en la primera mitad del XVI un buen número de esas piezas, divulgadas oralmente, se recogen impresas en pliegos sueltos o en cancioneros, mientras muchas otras pervivieron en la memoria popular, transmitiéndose de boca en boca y de generación en generación hasta nuestros días, no sólo en España sino también en Portugal, Hispanoamérica, Filipinas y en las comunidades sefarditas, es decir, de los judeo-españoles expulsados de la península en tiempos de los Reyes Católicos e instalados, entre otras regiones, en el Norte de África, los Balcanes y Asia Menor.
que circularon activamente en el siglo XV entre el pueblo, hasta que en la primera mitad del XVI un buen número de esas piezas, divulgadas oralmente, se recogen impresas en pliegos sueltos o en cancioneros, mientras muchas otras pervivieron en la memoria popular, transmitiéndose de boca en boca y de generación en generación hasta nuestros días, no sólo en España sino también en Portugal, Hispanoamérica, Filipinas y en las comunidades sefarditas, es decir, de los judeo-españoles expulsados de la península en tiempos de los Reyes Católicos e instalados, entre otras regiones, en el Norte de África, los Balcanes y Asia Menor.
Romances
viejos y romances nuevos, siete siglos de romancero
Esos
romances primitivos, populares y tradicionales, algunos de los cuales
datan del siglo XIV y los más del XV, reciben el nombre de romances
tradicionales o viejos. A imitación de estos, los poetas cultos
escribieron también romances, llamados nuevos o artísticos, para
diferenciarlos de los tradicionales o viejos.
El
romancero es, en consecuencia, un género característico de la
literatura hispánica y que, nacido en la Edad Media hacia el 1300,
lleva más de siete siglos de vida, sin equivalentes en ninguna otra
literatura.
Las
colecciones de romances
Los
romances viejos -que hunden sus raíces en la últimas centurias
medievales y que vivieron en la tradición oral del pueblo
durante casi dos siglos- fueron popularizados y difundidos por la
imprenta en la primera mitad del siglo XVI. Además de los pliegos
sueltos que se venían de ocho y dieciséis páginas, que se vendían
en las plazas y ferias de toda España, se coleccionaron en obras más
importantes, intituladas Cancionero de romances, Silva, Flor, o
Primavera de romances, Romancero general y otros similares.
La
palabra “romance”
La
voz romance tiene varios significados:
-Se
aplica a las lenguas vulgares nacidas del latín hablado. Así el
castellano, al igual que el francés, el portugués o el italiano, es
una lengua romance.
-Sirvió
para nombrar en la Edad Media, de una manera vaga y general, a todo
poema narrativo en lengua vulgar, tanto de juglaría como de clerecía.
-Designa,
a partir de mediados del siglo XV, ya específicamente a las
canciones o poesías destinadas al canto o a la recitación al son de
un instrumento, de ritmo octosilábico, rima asonante y breve
extensión. Es decir, a las piezas épico-líricos, cuyo conjunto se
conoce con el nombre de romancero. Palabra esta última con que se
denominan, asimismo, las colecciones de romances.
La
forma métrica de los romances
La
forma métrica de los romances procede de la versificación de las
gestas heroicas. Si bien estos poemas épicos se caracterizaron por el
número fluctuante de sílabas, con el correr del tiempo predominó el
verso de dieciséis sílabas, dividido por una fuerte cesura en dos
hemistiquios de ocho sílabas cada uno. Los romances heredaron ese
ritmo de base octosilábica y también la asonancia monorrima de
aquellos cantares.
Algunos
eruditos se inclinan por transcribir los textos del romancero viejo
en versos largos, sistema que muestra más claramente sus orígenes
épicos:
Cabalga
Diego Laínez al buen rey besar la mano,/
consigo
se los llevaba los trescientos hijosdalgo./
Otros,
en cambio, siguiendo una antigua costumbre impuesta por la tipografía
de los antiguo impresos, convierten cada hemistiquio en un verso
aparte, de modo que la asonancia sólo se da en los pares, quedando
sueltos o libres los impares:
Cabalga
Diego Laínez
al
buen rey besar la mano,
consigo
se los llevaba
los
trescientos hijosdalgo.
Esta
última tendencia es la que usaron los poetas cultos del romancero
nuevo y la adoptada por los cultivadores modernos del género. De
acuerdo con ella las características de versificación de un romance
son las siguientes:
-empleo
del verso de ocho sílabas;
-rima
asonante en los versos pares, mientras los impares quedan sueltos o
sin rima;
-serie
indefinida de versos.
Un
fragmento de poema conservado en la memoria populares
El
entronque del romancero con la épica popular no sólo se advierte
en su forma métrica, la que se deriva de las gestas, algunos romances viejos no son más que un fragmento de desgajado de un
poema épico tradicional y popular.
Cuando
en el siglo XIV la poesía heroica entró en decadencia y el pueblo
perdió el gusto por por la narración de los cantares extensos, no
se desentendió de los asuntos épicos que trataban. Reclamó, de
acuerdo con nuevas modas, la recitación aislada de los trozos más
felices o de aquellos que habían herido más profundamente su
sensibilidad.
Esos
versos, desprendidos de un cantar, al hacerse populares cobraron
rápidamente vida propia e independiente, y el pueblo los entonó,
más o menos fielmente recordados, en sus fiestas y diversiones o en
la intimidad familiar. El fragmento, ya un romance, olvidó los lazos
argumentales que lo unían al poema del que procedía, para ofrecer
una escena aislada y autónoma que, en el trasiego de las
repeticiones tradicionales, se fue enriqueciendo y puliendo hasta
alcanzar una forma más o menos perfecta que recogió la imprenta o
que-prolongada en su vida oral, cantada y popular- siguió
moldeándose en el andar de los siglos y de las continuas
transformaciones.
(*): Información extraída de Introducción a la literatura medieval española de Francisco López Estrada
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